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lunes, 12 de octubre de 2009

Malestar con mi cultura

Mi malestar con esta cultura ( que no es nuestra sino que se nos ha sido impuesta) impide el desarrollo de la cultura que si debería dominar en este archipiélago. Desde tiempos coloniales se nos ha implantado una manera de pensar y de llevar a cabo nuestra cuna ajena a la situación de nuestro país. Ya sea por indiferencia, por miedo o por que somos demasiado hospitalarios y nos comemos todo cuento que se nos venda, Puerto Rico, la isla del encanto, ha sido abandonada por su misma población. ¿Por qué hemos dejado mermar esta cultura tan exquisita y tan latente? Latente, porque todavía existen indicios de nuestros orígenes, ya sea por mitos orales o por prácticas familiares en cada ocasión de reunión.

Contemporáneamente, vivimos en un mundo que se rige por la ganancia de dinero y rapidez de producción, por decirlo así, un monocultivo de sociedad. En este país, no existe la posibilidad de sentarse en un restaurante tranquilamente con su familia o amistades a conversar por lo que pueden ser largas horas. No, en este país uno se sienta a la mesa de un restaurante por un espacio de tiempo limitado: no hay suficientes mesas y más gente sigue llegando; tan pronto te llevas a la boca la cuchara para consumir el postre, el mesero coloca la nota sobre la mesa. Aparte de ese fenómeno gastronómico, existe el del consumerismo: debemos más de lo que ganamos. A los puertorriqueños les fascina pasear todo un día dentro de un centro comercial, protegidos por esa burbuja de aire acondicionado, que nos promete una felicidad extrema al comprar éste o aquél producto.

La ciudad se convierte en fantasma. Nadie se fija en los detalles de su ciudad, ni en los caminos que los llevan hasta cierto punto de su viaje: solamente cuenta el destino no la travesía (síndrome de ese monocultivo de sociedad). Las ciudades ahora se consideran espacios comerciales y no culturales, cuando muy poca gente sabe y se esmera por cambiar esa realidad. Las personas que habitamos en esta isla somos criados con un “velo semitransparente del desasosiego” y casi nunca nos lo quitamos. Eso es exactamente lo que se debería comenzar a hacer en esta país, revelar a todos los que son cegados por ese velo, la realidad circundante de su cultura. Abandonar la incertidumbre e ignorancia de nuestra historia, izar nuestra bandera en alto y gritar a los cuatro vientos que ya nos hastía esta situación de los ciegos guiando a los otros ciegos.

Abran los ojos, y lean entre las líneas de esos medios de comunicación (marionetas de quien los controle); dejen de entrar tanto a Facebook, Twitter y MySpace, y pónganse a leer un libro; descubran sus ciudades a pie, en vez de gastar gasolina en un viaje al centro comercial; vivan esta cultura y no quieran cambiarlo por otra.

Este país es nuestra cuna, nuestro hogar, nuestro destino. Si deseas cambiar tu destino, bienvenido seas, pero no te quedes ignorante ante tu condición histórica. Puerto Rico es un país como cualquier otro: su historia se encuentra en cada rincón de la isla, búscala y sabrás cómo este país ha sufrido. Quizás, al encontrar ese rincón de información, te nacerá el sentimiento patriótico de rescatar del umbral imperialista a esta isla que sigue luchando entre las aguas del Mar Caribe.

-CEMI

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